Del evangelio de san Mateo 1,18-23

Se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

“José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a maría, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

María, Madre de Dios, es esposa de José.
El misterio del amor
arropó la vida de este matrimonio singular.

Se dice que detrás de un gran hombre existe, una gran mujer;
en el caso de José y María ni fue así ni a la inversa.
José y María, los dos juntos,
son ejemplo y referencia
de lo que debe ser una relación de pareja.

¿Hasta dónde vivieron ese amor
que les hacía el uno para el otro
y nunca el uno del otro?

Admira comprobar el respeto a la intimidad personal,
cuando ambos se contemplan mutuamente.
Toda su relación,
probada por el misterio de la Encarnación,
estaba basada en la confianza y en la credibilidad
que ambos se merecen.

Las dudas de José quedan disipadas en un sueño
al contemplar en él a María
sumergida en el amor de Dios.
Los temores de María son superados por la confianza
que tiene depositada en José
como hombre de Dios.

¿Qué pudo acontecer en ese encuentro
silencioso y silenciado
en el que los dos se miran
y se dicen sin palabras el misterio compartido
del “Dios con nosotros”?

María, “la agraciada” y José, “el justo”,
vivirán el uno para el otro y los dos para el Señor.
El misterio encerrado no es otro
que el del amor de Dios abierto a la carne
de manera singular.