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Amanece en su interior.
La tormenta se ha deshecho
en lluvia fina
colmando su sed de amor
renaciéndolo a la vida.
El tiempo sin Él
había aumentado
la oquedad de su vida.
Su alma reseca y  agostada
como rastrojera
en tiempo de estiaje
mostraba el vacío
que provocara su ausencia.
Sin más aliento que el recuerdo
se consumía en nada.
Contemplaba su vacío
en medio de la noche
devorada por las sombras
que Él dejara.
Un resquicio de vida
se asomaba a su cansancio
susurrando débilmente
“el amor viene de arriba”.
Contemplaba la sima
en la que se había convertido
desde las estrellas
que seguían brillando
a pesar del abismo
en el que estaba.
Lo que procede de lo alto
por necesidad desplaza
aún sin ánimo de lucha
la nada que consume los adentros
liberando la fuente
empujando las aguas retenidas
tiñéndolas de luz
elevándolas hasta los ojos
resucitados de azul sereno.
Apenas un susurro blanco
le abrió el camino a la esperanza.
Lo que procede de arriba
no necesita de altura.
Le basta la profundidad
de la experiencia abismada
en la nada de sí
convencida del amor del otro.