Como búho adiestrado
en la luz de la noche
descubría su realidad,
pálido reflejo
de lo que había experimentado
cuando el tiempo aún no corría para él.

Todo aquello tan querido para él
se iba diluyendo como las sombras
ante el sol de mediodía o
ante la negritud de la noche.

Un querer y no querer
devenía sobre él
angustiando su alma
hasta el extremo de llevarla
a no esperar nada más
que la porción de la Hora
aún no recibida.

Una voz inaudible
como de eco de canto de niño
susurra en las sombras:
“La vida que vas perdiendo la vas encontrando a la vez”
El río que se pierde en la estepa no muere.
El proceder de otras aguas revierte su suerte.
El agua aflorada en la noche en su Hora,
en la Hora encontrada, en la Hora sufrida,
repone el agua perdida.