II.Tesalonicenses 3, 7-12

Hermanos: Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie. No es que no tuviésemos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar. Cuando vivimos con vosotros os lo mandarnos: el que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.

 

 

RESPUESTA A LA PALABRA

A punto de finalizar el año litúrgico se nos propone reflexionar
sobre el final de la historia personal y de la historia común.
Los textos sagrados nos ayudan a ello.

El profeta Malaquías comienza su oráculo:

“Mirad que llega el día…

Jesús dirigiéndose a su Pueblo les dijo:

“Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”

La vida del hombre terreno, así como la historia común del pueblo,
tienen un tiempo limitado. Ignorarlo es de necios.
Debemos contemplar la vida no sólo en el momento presente,
sino alargar la mirada y contemplarla más allá
de las circunstancias presentes.

Quizá uno de los problemas del hombre moderno,
instalado en un presente cerrado, es haber olvidado esta realidad.

Jesús nos dice que todo camina hacia un fin, y
que debemos conocerlo y prepararnos para cuando éste llegue.

Cuándo, cómo y de qué manera, no nos debe preocupar.
Sí, por  el contrario, debemos vivir de modo que este momento
Nos encuentre preparados.

San Pedro en su segunda carta -(3,13-15)- escribe a los cristianos:

“Nosotros confiados en la promesa del Señor,
 esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva,
en los que tiene su morada la santidad y la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos,
Procurad con toda diligencia que Dios, os encuentre en paz con Él, sin mancha e irreprochables.
Considerad que la paciencia de Dios es nuestra salvación.

San Pablo a su vez escribe a los Tesalonicenses,
que creían cercano su fin y habían abandonado
sus responsabilidades cotidianas,
que volvieran a ellas inmediatamente.

Mientras que vivimos en el tiempo debemos
dar cumplida respuesta a las necesidades de todos,
por lo mismo, no debemos declinar nuestras responsabilidades.

Hermanos: Ya sabéis cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo:
no vivimos entre vosotros sin trabajar, nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche, a fin de no ser carga para nadie
Cuando vivimos con vosotros os lo mandarnos: el que no trabaja, que no coma.
Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan.

 Preparar la venida del Señor no es huir de la vida presente.
Vivir expectantes  la venida del Señor
supone no aferrarse al aquí y ahora,
a la vez que vivir de modo responsable el momento presente.