Perdona, Señor mi impaciencia.
Mi alma tiene ansias de ti.
Tu imagen agranda mis deseos,
la mansedumbre de tus ojos
han penetrado en mi corazón
llevándome a contemplar tu icono
en el que apareces con la cruz
cargada sobre el hombro izquierdo y
el dogal en el cuello.
Majestad y dolor
se aúnan un su porte
reflejando la virilidad del hombre
que sabe lo que hace,
depositando su voluntad
en la del Padre y en la nuestra
Son tus ojos, Señor,
quienes nos hablan,
mientras nos miran.
No hay asomo de reproche en ellos,
Como dos lagos en los que afloran
el manantial de sus aguas,
tu infinito amor se asoma en ellos.
Todo en ti es voluntad entregada,
uncido a la cruz
antes de ser clavado
abre tus labios para perdonar y
proclamar tu entrega, en la que tomamos parte.
Fue voluntad del Padre entregarte a nosotros;
voluntad tuya entregarte
hasta donde el hombre te pidiera y
los hombres desconocedores del amor
te entregamos a la cruz
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