Del evangelio de san Lucas 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.» Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Lucas, recuerda cómo en una ocasión en la que la madre de Jesús y
sus familiares más cercanos se acercaron a Él,
Éste aprovecha para hablar de la importancia de creer.

Escuchar la Palabra, hacerla propia, vivir según ella,
es esencial a todo hombre y mujer
que quiera permanecer unido al Señor.

Cuando contemplamos a María
en medio del Misterio de “Dios con nosotros”,
la percibimos antes de nada como
la “mujer que cree” en la Palabra,
hasta el punto de hacerla suya.
El eternamente engendrado es encarnado por ella,
porque antes ya estaba presente en su corazón.

No podemos pensar que Jesús menosprecie
los lazos de la sangre,
curiosamente dos evangelistas se esfuerzan,
escribiendo sobre la genealogía de Jesús,
para hacernos ver que su humanidad no es un accidente
sino que Él es un miembro más de la familia humana
a la que pertenece.

Lucas no niega la importancia de la maternidad de María,
por el contrario, la amplía hasta limites insospechados.
La realidad sobre la que se fundamenta
la relación con Cristo no es la sangre sino la fe,
y esto vale igualmente para todos.

Fue su respuesta confiada a la Palabra de Dios,
que vino a su encuentro,
la que propició su maternidad,
de manera que en esta obediencia filial a Dios
se mantendrá para siempre.

No podemos olvidar las palabras de Isabel,
cuando María la visitó al saber su maternidad.
Isabel, empujada por el Espíritu, proclama:

“Bienaventurada tú, que has creído”.

Y María responderá, desde la mayor confianza
en que la voluntad de Dios se cumplirá en ella:

“Desde ahora me felicitarán,
me dirán bienaventurada,
todas las generaciones”.

También nosotros somos bienaventurados
si acogemos la Palabra de Dios,
la hacemos nuestra y vivimos de ella.