Del libro del Génesis 49,2.8-10
En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo: “Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel: A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu padre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos.

 

RESPUESTA A LA PALABRA
Desde Abrahán se tensa la cuerda,
la historia de la salvación se encauza.
Con Jacob, el hábil, que robó a su hermano
la primacía familiar astutamente,
por un plato de lentejas,
su peripecia vital pasará por el exilio forzado,
hasta que pueda volver a la tierra que Dios
diera a su padre  Isaac,
renace el pueblo.
Sus vástagos serán la urdimbre
con los que Dios tejerá el inicio de la plenitud.
Doce hijos, doce clanes, un solo pueblo, Israel.
Reuníos. Es la palabra del padre antes de morir.
Venid, os voy a adelantar el futuro.
Agrupaos y haced vuestras mis palabras.
Cada uno de vosotros tiene una misión particular.
Que la descubra y la cumpla.
Si os dais los unos a los otros,
entre todos lograréis que la aventura
comenzada por Dios en nosotros,
llegue a buen puerto.
Sabed una cosa:
puede que algunos se queden en el camino,
pero el proyecto de Dios se cumplirá.
La casa de Judá, por beneplácito de Dios,
se convertirá en la casa de todos.
Permanecerá firme hasta que David
sea ungido por el Señor y
verá los fastos de Salomón su hijo.
Se mantendrá en pie como primicia
del Nuevo Pueblo, que nacerá
cuando venga el Esperado.