Cincuenta años en los que mis manos,
ungidas inmerecidamente,
al pronunciar las palabras de tu  Memorial Sagrado
te acogen en la Mesa como Pan partido,
dispuesto para ser compartido y repartido
para aliviar las hambres ocultas
de tantos que se saben necesitados de Ti.

Te acogen mis manos y
mi corazón te busca sabiéndote presente,
aunque la sensación que tengo es
que eludes esa palabra que espero,
y en tus silencios
me hundes en la oscuridad del ciego
que en otros tiempos viera.

Sin embargo estoy agradecido a este amor
que presiento  a rachas y que sin él
no tendría sentido la vida que graciosamente
me sigues dando..

¿Qué quieres Señor de mí? Me preguntaba antes.
Ha llegado el momento
en el que solo puedo decir:
Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad