Cincuenta años de sacerdocio
han hecho de mí
alguien que todo lo espera..
Pensé que con el tiempo
llegaría a tocar ese punto
de gracia
que anida en mi interior.

Veo que sigo esperando y
la dinámica que vivo
me dice que mañana
sabré menos que hoy.

Apenas soy un aprendiz
de hombre
inmerso en un mundo
lleno de posibilidades
pero que son muy pocas
las que demanda mi corazón y
menos aún las que lo satisfacen.

Cuanto pasa el tiempo
tengo más sed y
cuanto más bebo más crece
este inmenso deseo
que impulsa mi vida
en un avanzar continuo
en la verdad
que se me ha dado y
en la belleza de la que participo. 

Reconozco la amenaza
que pesa sobre todos nosotros.
La de un mundo desamorizado
que todo lo sustenta en la eficacia y
adora sin decirlo
el progreso material y consumista.

Yo, como el Autillo
observo y me hago eco
de todo aquello
que se me da a conocer
sin hacerlo mío,
viviendo en la noche y
esperando  las primeras luces
del alba
que nos hagan ver
la auténtica verdad de lo que existe.