Del evangelio de san Mateo 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.» Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.» Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Acostumbrados a lo grandilocuente,
al triunfo rápido,
al valor de una productividad eficaz
a cuenta de lo que sea,
la palabra del Señor llega a nosotros
con una propuesta desconcertante:
El inicio de lo que está llamado a ser grande
es muy modesto.
Aquéllo que aparentemente puede estar llamado
a desaparecer
tendrá un final feliz,
su desarrollo alcanzará cotas impensadas.

Jesús se sirve de las parábolas
para llevarnos a la contemplación de la verdad.

De modo parecido a cómo la levadura,
siendo tan poca cosa,
con su vitalidad extraordinaria
hace fermentar una gran cantidad de harina
convirtiéndola en pan tierno,
la Palabra de Dios,
cuando es recibida por el hombre,
conduce el corazón de éste a la verdad y
así, se convierte en germen de una sociedad
en la que primen los valores de la persona
antes que los economicistas y materialistas.

Puede que sean pocos
y parezcan aún menos
porque los medios los ignoran
o los combaten,
pero al final se percibirá su influjo.
Es bueno mirar la historia y comprobar
cómo en momentos especiales
en los que todo parecía ir mal,
grupos de hombres y mujeres,
sin otros medios que la confianza en Dios y
una esperanza probada,
supieron amar de tal modo que fueron,
sin pretenderlo,
el inicio de un gran cambio.