Del evangelio de san Mateo 22, 34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús habla hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»
RESPUESTA A LA PALABRA
Cuando leemos este evangelio,
los cristianos podemos pensar
en que la pregunta formulada a Jesús
no deja de ser retórica,
porque sabemos desde niños
que todo lo mandado por Dios
se encierra en el amor.
Amor a Él y al prójimo como imagen suya.
Sin embargo, en el momento en el que le formulan
esta pregunta a Jesús,
el ordenamiento moral de los judíos
tenía más de seiscientas normas,
de las que 365 eran prohibiciones y
248 prescripciones positivas.
Jesús, responde sin entrar a tipificar
el rango mayor o menor de las normas,
sino que trata de adentrarlos en
el sentido último de las mismas.
Tomando pié en las Escrituras Santas,
Jesús declara que la fuente y fin de la norma
es el amor en todos sus sentidos.
Dios y el prójimo están en el corazón de la ley.
Pero un amor que desborda toda medida,
porque en él queda implicada toda la persona:
“Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con todo tu ser”, y
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Los cristianos así lo entendieron,
de manera que san Pablo cuando escribe a
los cristianos de la iglesia de Corintio,
les hace ver que de todos los dones,
que pudieran desear,
no encontrarían ninguno como el don del amor.
“Aunque hablara las lenguas de los hombres y
de los ángeles, si no tengo amor nada soy”.
Y es que en realidad,
hemos nacido del amor y esencialmente
estamos constituidos para amar.
Santa Teresa de Jesús viene a decir a sus monjas,
llegado el momento de hablarles de la oración,
que si las facultades para pensar y conocerno están despiertas,
cuentan siempre con el amor.
Para los Padres un conocimiento sin amor
es como un árbol sin frutos,
por ello apuntaban siempre
a que la perfección espiritual de la persona
no pudiera alcanzarse fuera del ámbito de la caridad.
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