Bendito el Altísimos
que contemplándonos y viéndonos
necesitados de amor
se despoja de sus hechuras divinas y
siendo el Altísimo
se hizo Bajísimo
para que los arrastrados
que mordemos tierra
podamos sentarnos a la Mesa del cielo
para comer su Pan
en un banquete que no tendrá fin.

El Altísimo renuncia a su esplendor divino y
desciende para hacerse el encontradizo
con quienes mirando a lo alto
no pueden más que suplicar
que se abra el cielo y
llueva la ternura y el amor,
para volver como en el día primero
a pasear hombre y Dios
como dos enamorados y
restaurar el paraíso
perdido por la insensatez
de quien rechazando
el amor gratuito del Altísimo, que lo llamó a la existencia,
eligiera la soledad y la nada como forma de vida.

Pero el Señor nos lleva tatuados sobre su brazo,
como un sello en su corazón.
Su amor reinventará la historia y
se restablecerá la concordia y
cuando un hombre legue a llamar a su puerta
le abrirá y cenaran juntos.

Dios es tan bueno
que puede renunciar a su esplendor divino y
descender pasando por un establo
para que todo hombre pueda llegarse a él.

En el establo inicia su andadura definitiva.
Es hermoso contemplarla desde él.
El pesebre que le acoge como el Bajísimo
se convertirá en Cruz
para después hacerse Mesa
donde encontrarnos con él como el Altísimo.