Escribe Juan lo que vive, aunque sentir y decir no sea lo mismo.
Su vida es endecha de paloma solitaria,
su pensamiento solo en Dios,
su corazón de amor muy lastimado.
Tiene al cielo su boca abierta
a la espera de la vida regalada.
Necesidad es la suya no colmada por cosa alguna.
Su alma se escapa de sí,
perdida de todo, es una llaga abierta al infinito.
Desasosiego y ansia le acompañan.
Esperanza y experiencia le sostienen.
Oscuridad, silencio y soledad son señales
de su saber no sabiendo,
que el camino a la viva y pura fuente no es errado.
Su vida profecía silenciada
se convirtió en susurro
recorriendo todo espacio sin reposo,
todo tiempo eternizado,
esperando se sustancie al fin
en aquel supremo encuentro para el que vive y muere.
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