de Después de muchas trochas y caminos
de realidades sobrevenidas
que me retuvieron más allá de mis deseos
encuentro la puerta buscada,
ajena a toda necesidad.
Por fin he llegado, libre de los caminos,
que me retuvieron allí
donde no se oye el silencio y
la memoria te retiene
en un pasado inexistente
que te impide gozar
de la vida nueva
que arde sin consumirse
en un nuevo y eterno amanecer.
En la quietud de la tarde,
en brazos de la brisa
me llega el aroma
de los eucaliptos y pinos.
La humedad de la laguneja esmalta
de pequeñas gotas de rocío
la falda de la serrezuela
en la que todo es silencio y aroma
y el frescor lo penetra todo.
Sentado en ella
es un regalo contemplar la vida
que se despierta al anochecer
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