Dice Nicolae Steindardt:

“Entré en la cárcel ciego,
(con vagos atisbos de luz,
pero no sobre la realidad,
sino interiores;
iluminaciones que nacen
de la propia tiniebla y
deshacen la oscuridad sin disiparla)
y salgo con los ojos abiertos;

entré mimado y caprichoso y
salgo curado de ínfulas,
aires de grandeza y caprichos;

entré insatisfecho y
salgo conociendo la felicidad,
entré nervioso, irascible,
sensible a las minucias y
salgo indiferente;

el sol y la vida me decían poco,
ahora sé saborear un trozo de pan,
por pequeño que sea”.