Del evangelio de san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.» Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Dichoso soy si el eco de la Palabra
reposa en mi corazón
vivificando mi vida.
Dichoso, sí.

Pero más dichosa eres tú, María,
que en el asombro del amor loco de Dios,
fuiste elegida para vivificar
a quien es la Vida misma,
y así tuviéramos vida
quienes en la muerte estamos.

Desde el temblor naciente
de tu carne virgen,
lo hiciste carne
cuando se acunó en tu seno.
Sangre tuya galopó en su cuerpo,
entrañado en ti,
como entrañado estaba
en el corazón del Padre desde siempre.

Y para siempre,
desde ese día,
nos lo disteis los dos juntos,
el Padre y tú,
hecho carne,
entrañado y entrañable,
de tu misma carne,
de nuestra misma sangre,
vivificando así la mortecina vida
en la que vadeamos todos.