Del evangelio de san Lucas 4, 38-ss

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.

RESPUESTA A LA PALABRA

San Lucas, en su evangelio, nos pone ante la realidad de la palabra de Jesús.

Palabra eficaz, realizadora de aquello que se propone. Palabra y obra que se funden en un mismo acto. Recuerda la fuerza creadora de Dios que hace lo que dice.

En el gran poema de la creación, el autor sagrado va desgranando, a través de la contemplación de la visión que él tiene de los orígenes del mundo, el “Decir de Dios” y la ratificación de la bondad de aquello que surge de su amor.

Nos llega el eco de una Palabra viva y vivificante, nacida del amor, creadora de existencia allí donde antes no la había. Maravilla leer nuestros orígenes y contemplar cómo la Belleza de la Verdad de un Dios-Amor se torna en Bien, sacando de la no existencia, la vida, que llevará su sello: Leemos al comienzo de las Escrituras Santas: “Y dijo Dios: “Haya luz”, y hubo luz, y apartó la luz de la oscuridad… y vio Dios que estaba bien”.

La palabra de Dios sigue, pues, operando a lo largo de toda la Historia de la salvación. En Cristo vemos cómo esta eficacia no mengua, y descubrimos también, que allí donde se manifiesta su poder, la actividad creadora continúa en los demás.

No sorprende por ello que la suegra de Pedro, curada por la palabra de Jesús, se encuentre dispuesta para el servicio, pues no hace sino prolongar el don recibido del Señor.

También al final de texto de la creación, cuando al hombre le es dado todo lo creado, la palabra de Dios le impele a continuar su obra.