Después de días fatigosos
en el que el viento y la lluvia
han azotado los campos
en el porche todo se percibe
ordenado y limpio.

Hasta nosotros llegan los ladridos
lejanos de los perros y
el sonido cansino de un tractor.

Mi pensamiento vuela a ese tiempo
en el que dejara de ser niño y
creyera que estaba llamado
a conquistar no sé que cosas
para convertirme en el hombre
que los demás esperaban de mi.

Han pasado muchos años
cumpliendo las expectativas
de los otros.
“Animal de parroquia”
me llamaba alguien.
Quizá he sido el hombre
que esperaban
viviendo un hacer dictado
por el acontecer
de un tiempo abierto
a la esperanza,

El don de la provisionalidad
que el Señor sembrara
en mis adentros sigue vivo.
Lo que fuera o haya sido
se apaga lentamente
mientras que la disponibilidad
para lo que está por llegar
permanece en mi corazón
siendo niña.

Como el pájaro en la jaula
añoré siempre  el bosque
como vencejo de agosto
espero la caída de la tarde

Espera he sido
Nada más que espera.
Y así todo el resto de mi vida.