Del evangelio de san Juan 8,29

Jesús les dijo: “El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Jesús, cuando habla de Él,
siempre manifiesta quien es,
por qué vive entre nosotros,
la misión que su Padre le ha encomendado.

Tiene conciencia, y así lo expresa,
de que Él es el Hijo amado,
enviado por amor a los hombres,
para que todos lleguen a la verdad de Dios y de sí, y se salven.

Desde aquí podemos entender este comentario de Jesús.
Él no está solo, ni hace según le parece.
Él, que es el Hijo, está radicalmente unido al Padre.
Él, el enviado, vive en la voluntad de quien le envió.
Su obra, la de Jesús, responde al designio salvador del Padre:
Que todo hombre alcance en su Hijo amado la condición de hijo.

Gracias, Padre, porque así lo has querido.

 

De San Hipólito.

“Oh cruz gloriosa del Señor resucitado, árbol de mi salvación.

De él me nutro,de él me alegro, en sus raíces crezco, en sus ramas me extiendo.

Su rocío me alegra,su brisa me fecunda, a su sombra he plantado mi tienda.

En el hambre, alimento;en la sed, manantial; en la desnudez, vestido.

Augusto sendero, mi camino estrecho; escala de Jacob, lecho de amor donde nos desposó el Señor.

En el temor defensa, en el tropiezo, sostén;en la victoria, corona;en la lucha, tú eres mi premio.

Árbol de vida eterna, pilar del universo, osamenta de la tierra, tu cima roza el cielo, y el amor de Dios brilla en tus brazos abiertos”