Del evangelio de san Juan 8,11

Jesús dirigiéndose a la mujer le dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No es nada fácil asumir, como propia,
la actitud de Jesús en la vida real,
porque tendemos a los extremos.

Para muchos,
ante un caso como el que San Juan presenta,
la no condena de Jesús a esta mujer,
les lleva al relativismo.
Puesto que no podemos entrar en la conciencia de nadie
y hay que respetar la libertad de todos,
nada podemos hacer.
Conclusión: “Allá cada uno con su conciencia”.

En la otra parte estaría el fundamentalismo de aquéllos
que, llevados por la necesidad
de mantener unos valores determinados,
que resultarían buenos para todos,
sin los cuales el subjetivismo se hace norma
y la vida personal y social se diluye,
defenderían la objetividad de la norma hasta hacerla absoluta,
negando la persona.

Jesús supera los extremos haciendo síntesis de los mismos.
Mira el corazón de la persona,
pero no la saca de la realidad.
No condena, pero ayuda a discernir.
El pecador se rescata, en realidad, cuando se supera el pecado.

Gracias, Señor, porque no nos condenas,
pero sí nos ayudas a vivir en la verdad.

 

De san Agustín. Obispo.

El Señor había dicho: El que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Por esto, el apóstol Juan nos exhorta a imitar su ejemplo, con estas palabras: Cristo dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos.