Cuando al final de invierno
florecen los almendros y
los narcisos amarillean el jardín
la vida que fuera clausurada
vuelve irrefrenable
proclamando la muerte
de la muerte mentirosa.

Es la vida viva la que anuncia
la hora de nuestro renacido nacimiento
hora de recibir la libertad liberada
hora en la que el fuego oculto y sofocado
bajo las cenizas de nuestros viejos temores
estalle en llama viva y abrasadora de amor.

Es la hora en el que el amor secreto y abrasante
calcine los frutos de nuestros juegos mentirosos
que empobrecieran la vida
devolviéndonos con ello el sentir de luz
con el que fuimos agraciados por el Amor Primero.

Es la hora en la que la luz que presintiéramos
en la mirada amiga del amigo
que creciera secretamente en nuestra infancia
abrazando rosas y acariciando rostros
estalle e inflame la crisálida que somos
dejando así que vuele sin heridas
la vida retenida en nuestro corazón sonámbulo.

Es la hora de la vida.
La hora de tu vida y de mi vida.
La hora del paso regalada en el Amado.

La hora sin tiempo de su amor y el nuestro.