Del libro de Isaías 40, 1-11

 

«Consolad, consolad a mi pueblo – dice vuestro Dios -; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»

Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor- » Dice una voz: «Grita. Respondo: «¿Qué debo gritar?» «Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.»

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Palabras y más palabras, muchas voces.
Palabras que se agotan en sí mismas,
que se apagan al instante como fuegos de artificio.
Voces susurrantes que enredan los pies
de quienes las escuchan, paralizando su por-venir.
Voces entreveradas de mensajes pingües
de felicidades pobres que desvanecen el más allá

Entre ellas, una Voz recia levanta el ánimo de los que callan y
esperan a que se abran caminos nuevos.
Juan clama e invita a desbrozar esa calzada a recorrer
en los desiertos del corazón de nuestra historia actual.

Es Tiempo de crear en medio de la indiferencia mezquina,
la cultura del encuentro,
más allá del saludo jovial y descomprometido de la fiesta.
La cultura donde el “Dios con nosotros” haga de “nosotros”
un pueblo nuevo,
donde cada cual sea respetado y amado por lo que es y
no por la apariencia de un tener qué cosas, que otros no tienen.

El testigo del mañana anuncia:

En el desierto preparadle un camino al Señor;
allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios.