Del libro del Cantar de los cantares 2,8-14
¡Oíd, que llega mi amado, saltando sobre los montes, brincando por los collados! Es mi amado como un gamo, es mi amado un cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de la tapia, atisba por las ventanas, mira por las celosías.
Habla mi amado y me dice: “¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno, las lluvias han cesado y se han ido, brotan flores en la vega, llega el tiempo de la poda, el arrullo de la tórtola se deja oír en los campos; apuntan los frutos en la higuera, la viña en flor difunde perfume. ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Paloma mía, que anidas en los huecos de la peña, en las grietas del barranco, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura.”
RERSPUESTA A LA PALABRA
Oíd al Amado,
ya no puede esperar más
y atisba el momento del encuentro.
No mira nuestras infidelidades
ni nuestras carnes manchadas,
nuestra vida amancebada,
y los desmedidos deseos de placer
vacíos de bondad.
Oídle, está a la puerta y llama.
Sabe de nuestra desesperanza,
ha visto nuestra soledad sin caminos,
y viene dispuesto a ser nuestro camino
a la vez que nuestro eterno acompañante.
Mirad, no viene y pasa por delante.
Ved que está detrás de los tapiales
de nuestras casa ruinosas,
mirando por las rendijas,
que por suerte no sellaron
nuestros locos egoísmos.
Escuchad sus requiebros.
No tiene otra palabra que amor.
Amor ardiente como el fuego retenido,
y que el viento levanta
en llamas devoradoras,
ansiosas de purificar
nuestras viscosas excrescencias.
Sí, le oigo, y mi alma se estremece.
Sus palabras son
las que tanto tiempo he deseado.
Su llamada no es a las cosas.
Me llama a sí y para sí.
Quiere adentrarme en su mismo corazón,
y pide que le acoja en el mío.
Proclama la bondad del tiempo
que arropará nuestro encuentro.
Ya han pasado las lluvias, dice,
el barro del camino se ha secado.
Brotan las caléndulas,
amarillean los narcisos,
los almendros se han cuajado de blancor.
La poda invernal de nuestro mal sentir
ha cicatrizado,
la tortolica ha encontrado su pareja,
y ya su amor se escucha
a lo largo de la vega.
Se levanta el ánimo, mi alma se renueva y
se encarama en los brazos de mi amado,
que no deja de sorprenderme
con su declaración de amor.
¿Cómo podía pensar,
cuando atravesaba la noche del invierno frío,
en la soledad sin caminos,
que el sol iba a nacer en mis adentros,
devolviéndome el sentir de sus primeros tiempos,
cuando las garras del mal amor
no habían herido todavía mi frágil corazón ?
Mirra y áloe, miel de acacia, son sus palabras,
bálsamo de palmera, que embellece
la piel de mi alma ajada por el frío de la espera.
Ven, Señor, voy a Ti.
En mi vuelo dame alcance.
Llévame a reposar en el seno de tu nido.
Yo, hermosa para Ti, amada de Ti,
confieso que no hay otro como Tú,
y que ya no puedo vivir viviendo
en brazos que no sean tuyos.
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