En el albor de su vida novedosa                     
los cuentacuentos le dijeron
que el tiempo lo era todo
que su vida era recrear cada momento
que el amor es cosa que se atrapa
y se domeñara
en cada encuentro fortuito
que la espera y por ende la esperanza
era patrimonio de los débiles.

Vivir para sentirse vivo
vivir para ahuyentar la vida
vivir en clave de fruición
hasta sentir la tralla del placer
despreciando el dolor
nacido al calor de la verdad. 

Pero la barahúnda sin medida
de situaciones novedosas
que arrostrara
no pudieron aniquilar la belleza
primigenia que portara
ni cegar el manantial del que naciera.

La metralla del fuego amigo
no pudo con sus versos
fluyentes de sentido.
Ni con sus músicas creadas
en el despertar de sus letargos.
Ni la esperanza que titila
en medio de sus noches
brumosas y llenas de vacío
en las que la nada es todo
y todo lo que toca se le escapa
dejando abierto un boquete
por el que sale buscándose
buscándolo con aquella pasión
del primer día que se vieran.