Del evangelio de san Mateo 5,17 ss

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado

Habéis oído el mandamiento “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus votos al Señor”. Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.] A vosotros os basta decir “si” o “no”. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.”

RESPUESTA A LA PALABRA

Contemplando la situación actual de muchos, en nuestra sociedad,
no podemos sentirnos satisfechos.
Hemos evolucionado, pero no todos ni en todo.
Vivimos en una sociedad desarrollada
cuya fragilidad es enorme y que repercute en la persona desvalida.

Actualmente hay muchas preguntas que nos hacernos:
¿Ha sido el desprecio a la ley lo que nos ha llevado a esta situación contradictoria?
¿Cuál es el camino a seguir para recuperar aquellos valores sin los cuales la persona se devalúa, se convierte en poco más que una cosa y se hace incapaz de vertebrar una sociedad madura?.
¿Será la ley la que recomponga otra vez las cosas?

Puede que no.

Creo que la falta de criterios esenciales en que vivimos,
necesita de algo más que unas normas pactadas
para la convivencia.

Una serie de leyes coercitivas de mínimos,
que pretendan regular el orden social,
no pueden elevar al hombre a categoría de persona adulta,
dejándole en una situación de precariedad y dependiente
de quienes detentan el poder de hacer las normas.

Los textos sagrados de este domingo pueden darnos la pista
de cómo afrontar esta situación en la que estamos.

El autor del libro del Eclesiástico (15,16-121)
nos hace una llamada a la libertad.

“Si quieres, guardarás los mandatos del Señor,
porque es prudencia cumplir su voluntad;
ante ti están puestos fuego y agua:
echa mano a lo que quieras;
delante del hombre están muerte y vida:
le darán lo que él escoja.”

En realidad no impone un modo de vida.
Sí, que advierte sobre el camino mejor,
por ello mismo el que quiera que se lance.
Cada uno es libre de escoger el futuro personal.

La propuesta de los dos caminos responde a la realidad misma del hombre.

Antes de que pretendamos nada,
nos encontramos ante el bien y el mal.

No se pueden hacer los dos caminos a la vez.
Las consecuencias de la elección son radicalmente distintas.
Hacer lo bueno hace bien al hombre.
Elegir el mal supone su deterioro y su destrucción.

Es de vital importancia saber lo que se elige.
Nunca será igual una cosa y su contraria.
Visto así: ¿Es tan difícil percibir y discernir así la vida?

San Pablo, cuando escribe a los Corintios,
les habla de una sabiduría que supera a la de este mundo.

Sabiduría que no se llega a través de conseguir
unos contenidos científicos,
sino de saber reconocer y distinguir el bien y el mal,
la verdad de la mentira,
llevando de este modo al sabio a vivir
en aquella libertad responsable que le humaniza.
Es bueno no olvidar que la sabiduría que reconoce la verdad,
lleva a la práctica.
El hombre bueno ama la verdad y esa verdad le lleva a caridad.

Llegados aquí, Jesús viene a iluminar más aún nuestra reflexión.
Si la Ley fue dada a “nuestros padres”
para ayudar al hombre a discernir el bien y el mal,
Él, Jesús, sin anular ni una tilde de la misma,
nos presenta un nuevo modo de situarnos ante ella.

El hombre llegado a la madurez no puede quedarse
en la materialidad de la ley,
por eso se enfrentará con aquellos reduccionistas que la cosifican.
Jesús nos invita a salir del mínimo de la norma negativa.

Si es verdad que ley es precisa para aprender,
no lo es menos que la tenemos que interpretar desde el amor.