En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él habla curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

RESPUESTA A LA PALABRA

“Dios con nosotros” recorre los caminos,
todos los caminos,
con todos.

Hay una nota que no quiero dejar pasar,
y es la inquietud que siente Jesús por llegar a nosotros.
Dice san Lucas que “Iba caminando de ciudad en ciudad”.

No abrió una escuela en la que enseñar,
ni un consultorio donde curar.
Su vida fue un ir y venir en busca de la oveja perdida,
que en realidad somos todos.
En otras religiones son los hombres y mujeres
quienes buscan a Dios.
Aquí vemos cómo es Dios quien ha venido a buscarnos.

Pero hay en este texto algo más impactante,
aunque pase desapercibido para nuestra cultura occidental,
en la que la mujer se ha incorporado plenamente a la sociedad. 

A Jesús no sólo le acompaña un grupo de hombres.
También, y para escándalo de muchos de su tiempo,
le acompaña un grupo de mujeres.

Si nos situamos en el tiempo y
en la mentalidad de entonces,
Jesús es un rompedor.
Ningún maestro es seguido por mujer alguna,
menos aún, le asigna una misión
dentro del círculo de su discipulado.
Sin embargo, Jesús rompe
todos los esquemas excluyentes.

Él ha venido a devolver la dignidad a toda persona y
a integrarla en un proyecto común.
Su amor no tiene más medida que la del Padre,
que no hace acepción de personas por ninguna causa.
Sorprende y maravilla la ternura y la delicadeza
con la que el Señor trata a las mujeres,
especialmente cuando se acercan a él con toda clase de trabas,
ya sean causadas por un desorden moral,
un problema psíquico o
fruto del trato injusto de una sociedad regida sólo por hombres.

Lo admirable es que no sólo las cura y
les devuelve la capacidad para amarse debidamente,
sino que esa misma autoestima que experimentan,
les llevan a sentirse necesarias para los demás.

Una cosa más. Antes de nada,
cuando el Señor se acerca a ellas,
experimentan su amor de tal modo que,
en ese momento,
se establece un antes y un después en sus vidas.