En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
RESPUESTA A LA PALABRA
Siempre me ha parecido que la apreciación que Jesús hizo del pueblo, en aquel momento, no está lejos de la que se puede hacer ahora.
También hoy nos encontramos con una multitud de personas errabundas, sin motivaciones últimas, sujetas a la sugestión del mejor postor, incapaces de discernir por ellas mismas, abandonadas y a la vez expoliadas del verdadero gusto por la vida.
Si entristece el fracaso de una sola persona, cuanto más conmueve el corazón de Jesús descubrir la situación de abandono y frustración de una gran mayoría.
Jesús es lastimado por la realidad de aquellos que buscan y no encuentran, o viven engañados por quienes se pasan por maestros y viven a la deriva.
Pero el Señor no se queda en el lamento, sino que reacciona y se pone manos a la obra para devolverle al pueblo el horizonte que ha perdido o le han negado. Y lo hace como únicamente se puede hacer si se quiere ser eficaz. Enseñándoles, dándoles razones para la esperanza, revelándoles el origen de su dignidad. Y todo ello de inmediato y con calma.
No espera Jesús a que los estudiosos de las ciencias sociales hagan un diagnóstico de la situación apoyados en las encuestas. Es el corazón del hombre lo que observa, y el corazón no engaña, por lo que se pone manos a la obra y además sin prisas. Él sabe que el camino de vuelta a la verdad y al bien no es fácil para quienes viven fuera del mismo.
Hemos comenzado un nuevo año, un periodo nuevo de gracia en el que se nos llama a despertar y se nos ofrece una compañía. ¿Seremos capaces de acogerla y servirnos de ella para crecer en la verdad y en el bien?. Jesús sigue mirándonos con ternura y su palabra llega hasta nosotros. Pacientemente insiste en darnos un sentido de amor.
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