Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritu inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos”
RESPUESTA A LA PALABRA
Jesús no es un curandero, un hombre que cure. Jesús es la salud, nuestra salud. Quien se acerca a él y oye su palabra encuentra cómo su corazón se reconcilia y sanan sus heridas de todos los demonios personales que en él habitan.
Porque los espíritus inmundos que nos poseen suelen ser nuestras tendencias negativas, que luchan hasta imponerse y que terminan haciendo de nosotros personas divididas.
Un hombre roto interiormente, dividido por sus pasiones, ya sea el dinero, el poder, la soberbia, la sexualidad mal orientada y todo el cortejo que acompaña al egoísmo, es un hombre malogrado.
Su corazón sanará, no porque perciba su ruptura y desee superarla poniendo en marcha su voluntad y ayudándose de “terapias apropiadas”, sino porque la presencia del Señor ilumine su conciencia, y su fuerza sane sus heridas y expulse sus demonios familiares.
Señor, nosotros creemos que tu presencia hace retroceder el mal y abre paso a la unidad de vida. Mira nuestra vida amenazada, danos el deseo de buscarte, que tu fuerza salvadora nos levante y nos haga caminar en la integridad de nuestro ser.
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