Tenía, Juan de la Cruz
una capacidad de admiración de niño.
la hermana Ana de Jesús,
Lobera de apellido,
priora de la Comunidad de Beas,
dirá de él.
Observaba largamente
lo que escribían los pájaros
en el cielo.
Gozaba de una total desapropiación
para escuchar y acoger ,
para abismarse en el océano
interior de la mirada.
Vivía una situación
de alumbramiento.
Solo con el solo
en el que no se está separado de nadie.
En plena luz del sol,
podemos pasar de la luz
producida por nosotros mismos
Con Juan, el sol de la palabra
se apagaba en plena luz,
la luz de su verdad resplandecía por sí sola.
Las cosas se liberan de la trivialidad y
del olvido, a la vez que se abren,
fuera de nuestra posesión,
como un ascua a la que el viento
libera de su ceniza.
Adentrado en su experiencia,
brota un silencio en el que todo
se une, se pacifica, se abre.
Silencio de plenitud y nostalgia
donde el pensamiento
encuentra su espacio de libertad.
En él ambiente granadino,
al fin, podía respirar al Todo
que conducía sus pasos y
podía ver la realidad
desde la otra orilla del Amor,
que el Amante le enseñara,
como explica a las carmelitas
de Beas del Segura y Granada.
La hermana Ana de Jesús,
Lobera de apellido,
priora de la Comunidad de Beas y
discípula suya nos recordará
su estar en Granada
Juan después, de la cárcel de Toledo,
en su estancia en Granada
despliega una gran actividad.
El aire de Granada
con olor a Sacromonte y
el frescor de Sierra Nevada,
en el Campo de los Mártires,
renovará sus fuerzas.
Desde allí acompañará
los Carmelos de Beas y Granada y
escribirá lo mejor de su Obra.
En el Carmen de los Mártires ,
junto al ciprés que todavía se conserva,
dará forma al “Cántico”,
que la hermana Ana de Jesús,
difundió extensamente.
Ella fundará con Juan la comunidad
de Granada y
posteriormente fundará
en Madrid, en Francia y Bruselas.
Las monjas de Beas
recordarán la siguiente coplilla de él:
“ Quien no sabe de penas
en este valle de dolores,
no sabe de cosas buenas,
ni ha gustado de amores,
pues penas es el traje de amadores”
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