Del evangelio des san Marcos 1, 21-22

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

RESPUESTA A LA PALABRA

Agrada leer este testimonio de san Marcos
cuando vivimos tiempos
en los que la autoridad de los maestros está por los suelos,
bien porque no la tienen, ya que no lo son,
bien porque no se les reconoce entre tanta “in-cultura”
devenida de un relativismo salvaje.

Jesús enseñaba y enseña no como los maestros de oficio,
menos aún como los maestros oficiales adictos a una ideología
de la que dependen. 

La autoridad que alcanzan a ver en Jesús
los hombres y mujeres de Cafarnaún
sobreviene, no tanto de la doctrina que expone cuanto,
de la verdad que se desprende de Él y de su hacer.

No es, Jesús, un ideólogo que exponga un sistema de pensamiento,
ni un moralista que proponga una jerarquía determinada de valores,
ni un político que ofrezca un programa social
como solución inmediata a los problemas de los que le escuchan.
No es alguien que ofrece, pudiéramos decir, “más de lo mismo”.
Él trae una realidad radicalmente nueva que enfrenta al hombre
a todo aquello que le pueda deshumanizar.
Su palabra y su hacer son las de Dios,
que ama al hombre y le capacita para amar
a pesar de que se encuentre encadenado a una historia
de desamor y muerte.

La autoridad de Jesús es la del Padre.
Los evangelios nos recordarán sus palabras:
“Lo que digo y hago es lo que he visto y oído a Mi Padre”.

No actúa, pues, Jesús por su cuenta.
Su vida está uncida a la del Padre de tal suerte
que no tiene otra referencia que la suya,
y el Padre no tiene otra “humanidad” que la de Jesús, su Hijo,
para expresarse plenamente en la historia.

Vistas así las cosas,
muchas de las preguntas que nos hacemos sobre la autoridad,
sobre la necesidad de enseñar, de proponer, de hacer,
encuentran una luz nueva.
Jesús puede iluminar nuestra vida
si dejamos que proyecte su luz sobre nosotros.