Del evangelio de san Mateo 4, 12-17. 23-25

Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Las celebraciones litúrgicas de estos pasados días
nos han traído un aire fresco y un punto de esperanza.

Frente a tantas noticias sombrías como nos llegan revueltas
en celebraciones festivas y en palabras vanas,
las Escrituras Santas nos advierten
que la palabra profética de Isaías
ha encontrado cumplimiento con la venida del Señor:

“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”.

Cierto que muchos, como nos dice san Juan en su evangelio,
“no la recibieron”, pero sigue aquí presente entre nosotros.

Sea o no sea acogida, sigue empujando la historia e
iluminando las conciencias de quienes sí la acogen.

Desde ella renace la esperanza,
con ella podemos discernir la verdad de Dios y del hombre,
por ella es posible conocer la realidad de cada acontecimiento.

Os dejo con la oración final de la Misa de Epifanía,
en la que después de confesar que el Señor
ha querido hacernos partícipes de su Misterio,
le pedimos que nos dirija en todo tiempo y lugar,
nos conceda conocerlo con una mirada clarividente y
amarlo con un corazón enamorado.

“Señor: que la claridad que viene del cielo
nos dirija en todo tiempo y lugar;
y ya que nos has hecho comulgar en este misterio,
concédenos poder penetrarlo con una mirada clarividente
y amarlo con un corazón enamorado”.