Sus ojos de niño
inmolados en el ara
del conocer rápido
fabricado para formatear
conciencias
habían envejecido con premura.

Apenas sabía del alma
de las cosas.

Navegaba sin ver
más allá de la piel incolora de los días
hasta que los destellos azabache
de la noche
despertaran los colores
que dormían en mi seno
y me llevaran a ver
que la creación primera
que naciera de esa luz
eran los vestidos de mi Dios-dándose

Admirado me decía:
“La creación es color.
“Las cosas irradian
una luz que no me pertenece”.

Color y luz. Materia viva.
El alma amorizada
del bosque y de las piedras
y de la montaña y del río
lloraba de dolor por la ceguera
que yo padeciera.

Aquel amanecer
recibí en mi alma
los colores
como lágrimas
de luz que eran.