Del libro de Daniel 13, 41c-62

En aquellos días, la asamblea condenó a muerte a Susana. Ella dijo gritando:
- «Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí.»
El Señor la escuchó.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios movió con su santa inspiración a un muchacho llamado Daniel; éste dio una gran voz:
- «¡No soy responsable de ese homicidio!»
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
- «¿Qué pasa, qué estás diciendo?»
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
- «Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel?
Volved al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella.»
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
- «Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha nombrado anciano.»
Daniel les dijo:
- «Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo.» Los apartaron, él llamó a uno y le dijo:
– «¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo. ” Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados.»
Él respondió:
- «Debajo de una acacia»
Respondió Daniel:
- «Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios ha recibido la sentencia divina y te va a partir por medio.»
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
- «¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad.
Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?»
Él contestó:
- «Debajo de una encina.»
Replicó Daniel:
- «Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros.»
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión. Según la ley de Moisés, les aplicaron la pena que ellos habían tramado contra su prójimo y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

La historia de la acusación injusta de Susana
y el esclarecimiento de los hechos por parte de Daniel,
está llena de sugerencias para una contemplación pausada.

Nos vamos a fijar en algunos detalles que nos adentran
en el corazón humano y en deriva del mismo
si se deja seducir por el mal.
También nos invita a contemplar el resultado último de la inocencia,
cuando se fundamenta en la verdad y Dios interviene,
despertando el corazón y la conciencia de quien es justo.

No es necesario entrar en grandes interpretaciones.
Una lectura pausada de todo el texto sitúa a los personajes
en la verdad de cada uno.
Susana es una mujer bella, honrada y piadosa.
Su belleza ha despertado la pasión de dos ancianos
de apariencia noble y sin embargo, prevaricadores y corruptos.

Susana demuestra ser una mujer íntegra en lo humano
y creyente hasta el punto de confiar su causa a Dios.
No se deja seducir ni claudica ante la acusación de los ancianos.
Es inocente y no claudica ni siquiera ante la condena.
Cuando parece que todo lo tiene perdido
según la justicia de los hombres, recurre a la justicia de Dios.

“Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí.”

De la actitud de los ancianos, poco podemos decir.
Daniel los define perfectamente.
Hombres ruines, que se han amparado en el estatus social y religioso
en el que han vivido, demuestran
hasta qué grado de corrupción se puede llegar
en el momento en el que abandonamos el camino de la verdad
y nos adentramos en los caminos de la injusticia y de la prevaricación.

Daniel dice del primero:

“¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor

Y del segundo:

“¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad”.

Pero de todos los personajes,
de Daniel es de quien entresacamos la mejor enseñanza.

Daniel es alguien que no se ha manchado por la forma de vida
sujeta a lo que digan los poderes.
Alguien que a su vez ha sido llamado por el Señor
para testificar  a favor de la verdad y,
que solidario con los inocentes, no tiene miedo a los poderes
corrompidos y los denuncia, separándose de ellos.

Daniel, públicamente, se desmarca de los injustos y corruptos.

“Éste dio una gran voz: ¡No soy responsable de ese homicidio!.
Él, plantado en medio de ellos, les dijo: Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel?.”

Daniel apela a la justicia del sentido común.
Su honestidad le lleva a buscar la verdad más allá de las apariencias.
Sus pocos años no le impiden saber lo que puede ocultar
un corazón maleado por la mentira y el abuso de poder.

También debemos ver el papel que juega Dios en todo este asunto.
Por un lado, la mujer pone a Dios por testigo de su inocencia,
por otro, Dios dispone el corazón de Daniel para que actúe.