Allí, tiempo hace
que camina mi ánima en la llanura.
Rastrojera de sol y tierra árida es su regalo…
Desplegándose a lo lejos más incertidumbre.
Llevo el dolor sin el parecer de nadie.
El corazón calcinado, herido por el amor,
escapa de mis manos…
Aferrarlo, no puede…
Ya está agarrado por Otro
Llama encendida,
por manos de fuego,
me habita.
Si a ella me acerco,
para saber de su origen
la pierdo.
Si la miro, su chisporreteo,
me enceguece.
Abrasarse,
en el fuego inextinguible
de su arder,
es el don recibido
para transformarse
en ascua incandescente
que calcine toda inmundicia.
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