Del evangelio de san Lucas (16,31)

Abrahán dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Somos tan inconscientes, Señor,
que necesitamos experiencias que superen la razón,
tan incrédulos, que pedimos visiones.

Ni siquiera aceptamos la verdad verificada por la historia
y vivida en la sencillez de cada día.
No aceptamos la experiencia de vida
de quienes nos preceden y acompañan.
En una palabra, prescindimos o rechazamos todo aquello
que no coincide con nuestra forma de ver y entender,
impidiéndonos avanzar en un saber más pleno de la realidad.

Señor de la fe, sácanos de nuestra subjetividad
y del racionalismo irracional,
para que podamos acoger la verdad de tu presencia
y la realidad de la vida que nos aguarda.

 

De san Efrén: La palabra de Dios, fuente inagotable de vida. (1)

Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrara su reflexión.

La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida espiritual. Comieron—dice el Apóstol—el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual.