Los sótanos del alma
La superabundancia de todo
le abrió a la nada.
El silencio se hizo el pan de sus días
revelándole el valor de lo escondido.
En él encontró la luz para leer
el balbuceo de una pequeña palabra
con la que responder al inefable
misterio del dolor humano.
Le llevó a descubrir la sencillez
del corazón que ama
en medio del griterío impertinente
de cosas negociables
negadoras de toda gratuidad.
El silencio le reveló la verdad
del rostro humano.
Verdad que le dijeron
que asomarse al corazón del hombre
adentrarse en los sótanos del alma
en la urdimbre del pensar
más allá de todo cálculo
le llevaría a sufrir.
Pero no era verdad
como tampoco lo es
que el infierno sean los otros.
Fue salvado desde niño
aunque él no lo supiera.
La estética de lo humilde
fue su compañera de juegos
cuando aparecieron los pretenciosos
inoculando banalidad y muerte
ya contemplaba la vida con amor y regocijo
dejándose ganar por la sustancia de las cosas
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