Isaías 55,6-9

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

 

Del evangelio de san Mateo 20,1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña.” Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.” Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.” Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA.

No erramos, si afirmamos con san Pablo
que en la vida del hombre “todo es gracia”.
Siempre inmerecida.
La mayoría de las veces, no reconocida ni aceptada.

Nuestra lógica, nacida del mérito del esfuerzo,
dista mucho de la de Dios,
en la que la gratuidad está en la base de la misma vida.

En el texto primero, el profeta Isaías se dirige a su pueblo,
a punto de regresar del exilio,
para  hacerle caer en la cuenta de la importancia de ese momento:
Ahora que vais a comenzar de nuevo, aprovechad la ocasión:

 “Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca”.

No olvidéis, dice el Señor, que:

“Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

Dios ofrece al hombre un horizonte más amplio que el suyo.
Sujeto a la necesidad y a la subjetividad propia,
el hombre no ve más allá de lo inmediato,
cerrándose a la verdad que le transciende.

Dios espera que el hombre salga de la cueva de su subjetividad y
camine al encuentro de la “realidad real”.

La parábola de san Mateo nos adentra en el pensar de Cristo y
en el corazón amoroso del Padre.
Nos invita a cambiar de mentalidad,
a convertir nuestra lógica utilitarista, marcada por el mérito,
a la lógica de Dios, marcada por la gracia,
que nos lleva a contemplar la gratuidad
como expresión lógica del amor.

Llamados a la vida por pura gracia,
en la historia personal de cada uno
se insertan aquellos dones que nos llevan
a realizar plenamente nuestra vida.

Esa vida es el regalo precioso del tiempo,
para vivir y trabajar en la viña.

Contemplando la parábola, descubrimos
cómo al final del día tendrá lugar la recompensa,
que no será fruto de nuestro esfuerzo,
resultado de nuestros méritos,
sino un regalo divino e inmerecido.

Quejarnos, como los obreros llamados en la primera hora,
supone desconocer a Dios y no haber entendido nada
de su designio de amor para con nosotros.

Debemos superar la idea de que la verdadera justicia
está ligada a la ley: “Mismos trabajo, mismo jornal”.

La justicia de Dios es sinónimo de misericordia,
por lo que podemos pensar que el llamado a primera hora
ha sido beneficiado más que el llamado al final de la jornada,
porque desde el inicio de la misma ha sido hecho partícipe del amor.