Mantenerse en pie cuesta
cuando la vida empuja
en la dirección opuesta
a la que uno quiere.

Cuando el desaliento
aparece,
el sin-sentido de las cosas
 cobra mayor importancia.

¿Por qué aferrarse a unas ideas
cuándo lo que consideramos nuestros
no lo es?
¿Por qué da miedo avanzar
cuando sabemos que el que no camina
retrocede?

Dichosa tensión la que experimento,
querer y no poder,
ver y tener que callar,
llamado a gritar y
permanecer en silencio,
sentir la sensación de vacío y
tener que sonreír…

¿Hasta cuándo seré
capaz de resistir
que los hechos no respondan
a lo que pienso y quiero?
¿Seré librado de caer
en la tentación de abandonar?.
No puedo, no podemos abandonar. 

Si ya me pesan las propias limitaciones,
cuanto no me pesan las de los demás.

¿Esperar?, vale,
¿pero qué?

Señor, como no sea a Ti…
mi corta experiencia me dice,
que fuera de ti
no hay nada que merezca la pena.