Del evangelio de san Lucas 17, 1-6

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día y siete veces vuelve a decirte: “Lo siento”, lo perdonarás.”

Los apóstoles le pidieron al Señor: “Auméntanos la fe.” El Señor contestó: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar.” Y os obedecería.”

RESPUESTA A LA PALABRA

El evangelio de san Lucas nos presenta en esta ocasión
varias enseñanzas de Jesús.
La que más me sorprende es la petición de los discípulos
de que les aumente la fe,
y la respuesta de Jesús dando entender que carecen de ella.

Pero, ¿cómo pensar que carecen de fe si ellos mismos le siguen?
¿Acaso no lo conocen si comparten con él vida y misión?.

En realidad habría que distinguir entre dos tipos
de conocimientos muy diferentes.
No es lo mismo el conocimiento sobre Dios,
que el conocimiento de Dios.

Entre otras diferencias que podemos señalar,
nos encontramos, que al primero se puede llegar por uno mismo,
mientras que el segundo, se nos da de manera gratuita.
Yo puedo saber cosas de una persona,
pero mientras no me abra su corazón y,
de algún modo no vuelque en el mío su intimidad,
no puedo decir que lo conozca.

Los discípulos de Jesús podían saber muchas cosas sobre Él,
pero sus ojos, como los discípulos de Emaús, los tenían retenidos.

Desde aquí puedo entender que Pedro,
ante el escándalo que le produce ver a Jesús ultrajado,
en la noche en la que fue condenado,
pudiera decir que no le conocía.
Es cierto que Pedro no conocía a ese Jesús reducido a la impotencia,
cuando lo que había visto en Él era algo tan distinto.

Conocer a Dios, conocer su ser de amor,
de misericordia, de entrega, de humildad,
sólo es posible con la gracia.

Dice san Silvano que:

“Sólo con la inteligencia no se puede conocer más que lo que es terreno, y además parcialmente, mientras que el conocimiento de Dios y del mundo celeste no viene más que del Espíritu Santo”.

Volvemos a recordar la Palabra Santa que nos dice:

“Nadie puede decir que Jesús es el Señor, sino tiene al Espíritu Santo”.

Tenemos capacidad para conocer la humanidad de Jesús,
sus palabras, sus hechos,
pero necesitamos de la gracia para adentrarnos
en su verdad más íntima: el misterio de su “divina humanidad”. 

Cuando Pedro confesó, en Cesarea camino de Jerusalén,
a Jesús como Hijo de Dios,
Éste le llamó bienaventurado,
porque aquello lo podía decir después de que el Padre
se lo hubiera manifestado.
Y, luego de que dejase que Tomás palpara
las huellas de la pasión en su carne resucitada, y
cayendo de rodillas confesara su fe diciendo:

“¡Señor mío y Dios mío!

Jesús responderá:

“¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto”.

Para los que pretendan conocer a Jesús más allá de su historia
y desentrañar sus palabras y el significado de sus hechos
deben disponer su corazón y pedir con humildad e insistencia
ese saber que procede del Espíritu Santo y
nos adentra el misterio de Dios Amor.