Cae el agua constante y menuda.
Un repiqueteo en los cristales
de la ventana
hace que me acerque a ella y
contemple lo que tantas veces haya visto y
siempre me resulte distinto.
Para quienes no analizamos la vida
desde la ciencia,
vivimos sorprendidos
por el decir de la naturaleza
envuelta en el misterio
de unas leyes recibidas desde el amor
Recuerdo lo que el otro día apuntaba
“NO hay camino en el agua y el viento”.
Lo mismo sea mañana o tarde,
otoño o primavera.
nos vemos sorprendidos
por el devenir de una naturaleza
que creemos caprichosa.
En todo instante el cielo
se pinta a sí mismo con los colores
que el más reputado pintor imita
sin lograr el punto de misterio
que en cada amanecer, el dorado y azul
manifiestan antes de la salida del sol.
El amanecer es el momento
en el que Dios convierte la oscuridad
en la luz del día primero,
en la que los más delicados colores
recobran vida y
nos llama a estar despiertos,
en ese momento mágico,
en el que cualquier cosa puede suceder,
invitándonos a contemplar su creación inacabada.
El alba es ese momento
en el que Dios nos dice sin palabras:
Comencemos de nuevo.
La vida no ha hecho nada más que empezar.
Su historia y nuestra historia
están cosidas con hilos de amor y
las puntadas nos corresponde
darlas a nosotros.
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