En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: -«Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres, lo matarán, pero resucitará al tercer día.»
Ellos se pusieron muy tristes.
RESPUESTA A LA PALABRA.
La tristeza de los discípulos está justificada.
Jesús les habla con claridad de su futuro inmediato. Él no ha venido de paseo y mientras tanto a decirnos alguna cosas interesantes. Él ha venido con una misión y, aunque humanamente le repugne, la llevará a cabo, porque además no le afecta sólo a Él sino que también es asunto de los demás.
Es curioso cómo en esta ocasión, al hablar de su muerte utiliza el título de “hijo del hombre”, a la vez que dice que a quienes va a ser entregado es a los hombres. Él sabe que ha venido para que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad, acepten el amor gratuito de Dios y rehagan la vida familiar que el egoísmo, introducido por el pecado, rompió en los comienzo de su historia.
Jesús sabe a dónde va y qué es lo que le espera. Subir a Jerusalén no es hacer un viaje turístico y cumplir con ello una costumbre arraigada en su Pueblo.
No es un viaje de ida y vuelta. Sabe que allí dará fin a su misión. Él, que se ha entregado a nosotros, tiene ahora que ser entregado por nosotros. Él, como cabeza de los hombres, salvará de este modo a todos los hombres.
Una palabra clave para entender el por qué de su entrega, es el amor. Igual que se sabe en manos del Padre, así mismo se pone en manos de los hombres. En la base de esta entrega está la confianza extrema, nacida de un amor ilimitado. No juega el Señor con dos baremos. No tiene nada más que una vara de medir. Su amor único es el que le lleva a decir al Padre: “En tus manos está mi vida”, y es el que lleva a ponerse en manos de los hombres y así dispongan de Él como quieran.
Admira ver cómo a lo largo de la historia, un sin fin de hombres y mujeres que bebieron en la vida del Señor mantuvieron una actitud semejante a la suya. Siendo conscientes de lo que les iba a suceder no se guardaron para sí, no se echaron atrás, se entregaron a Él totalmente, dejando su vida a los demás.
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