Del evangelio de san Mateo 4,1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.” Pero él le contestó, diciendo: “Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.” Jesús le dijo: “También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios.”

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras.” Entonces le dijo Jesús: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

En este primer domingo de cuaresma se nos invita a profundizar en la fe y a despertar en nosotros sentimientos de acción de gracias y de adoración.

La razón nos la da san Pablo cuando dice a las Romanos, en su carta:

Si creció el pecado, más abundante fue la gracia.

Si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

Jesús dice:

Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto.”

La tentación es algo propio del hombre, en el momento que éste es libre.

Adán y Jesús, el nuevo Adán han sido tentados. El resultado fue distinto porque su decisión la tomaron mirándose a sí mismo el primero, a Dios el segundo.

Por suerte para nosotros, el pecado de Adán ha sido vencido por Cristo.

Jesús, el Señor, ha vencido toda tentación que conduzca a la muerte y en su resurrección nos ha otorgado su Espíritu,para que también nosotros podamos con Él superar toda insidia que nos aparte del bien y nos aboque al mal sin remedio.

En el evangelio de hoy, san Lucas nos presenta un momento de la vida de Jesús, en la que vemos como es tentado por el Malo, en aquello que es esencial a su persona.

¿Es Jesús Hijo de Dios, o no lo es? Si lo es que lo demuestre tentando a su vez a Dios.

La actitud de Jesús y sus palabras nos sitúan ante dos realidades propias de todos los hombres. 

1ª. Todo hombre, por el hecho de ser libre, se ve en la necesidad de tener que elegir. 

2ª. Los campos de la elección se reducen a dos:

Uno mismo como objeto y sujeto de autorrealización, o Dios y los demás con los que me encuentro personalmente y posibilitan mi auténtica realización.

Las tres tentaciones, como nos las presentan san Lucas nos ayudan a entender esto mismo.

Jesús, a la propuesta de que convierta las piedras en pan, usando en su beneficio el poder que le da el ser Hijo de Dios, lo rechaza.

Jesús no busca “autorrealizarse”. Su conciencia le dice que su vida está ligada a la de Padre del que procede y a la de los hombres, sus hermanos, a los que ha sido enviado a servir.

Las palabras de Jesús al final de su vida resumen esta verdad:

“No se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Las otras formas de ser tentado, por el Malo, abren más aún esta realidad pero no la cambian. 

Él no pretende ser dueño de nada, por los mismo no quiere otro poder que el que nace del amor. 

Sabe que el poder por el poder lleva al dominio de las cosas y de las personas.

Si para conseguir el fin para el que ha venido tiene que usar medios, que condicionan el corazón de un solo hombre, entonces estaría pervirtiendo su ser y su misión. 

Cierto que Jesús ha venido a nosotros para ser Señor, pero no lo será a cualquier precio.

Vale recordar lo que tantas veces oímos “Un fin bueno no justifica unos medios malos”.

La tercera seducción a la que se ve sometido Jesús es la de tentar a Dios imponiéndole su propia voluntad.

Es curioso como también nosotros, no sólo tratamos de vivir ajenos a la voluntad de Dios, sino que también queremos utilizarlo para que confirme la nuestra.

En definitiva, este texto nos sitúa en la fuente de su experiencia más genuina. Él es el Hijo y no quiere ser nada más que el Hijo. Su estar entre nosotros no se debe sino a la voluntad del Padre.