Una luz como
lechada de estrellas,
enciende
la piel negra
de una mujer,
que arrebuja a un niño
que llora.
Madre e hijo, y
la noche alargada
por testigo,
del batir del mar
contra las rocas
en la que su patera
se estrellará.
Diciembre
espejea la luna
sobre las aguas
mientras el frío crece.
No hay pastores, ni Magos,
ni limpios pañales,
sólo el resquicio de una esperanza:
Que al amanecer
la guardia costera
les lleve a un refugio
en donde nacer de nuevo.
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