RESPUESTA A LA PALABRA

A punto de celebrar el nacimiento del Señor,
en el que se cumple su designio de Amor. Dios es fiel.
La Iglesia nos acerca al doble misterio de la libertad y de la gracia.

David y María son dos personas agraciadas por Dios,
que deben responderle según lo que han recibido.

David, parece que ha olvidado su procedencia.
Ha colmado su proyecto, se ha instalado en la ciudad,
y ahora quiere coronar su obra con la edificación de un Templo
en el que habite Dios.

Sin embargo, Dios no lo acepta.
No corresponde a David decir por Él.
No se trata de que Dios entre en los proyecto de los hombres,
se trata de que acojamos y hagamos nuestro el proyecto de Dios.

Dios, ni quiere, ni tiene la necesidad de una casa
construida con manos humanas.

Para habitar, necesita el corazón libre de la persona,
esté en donde esté, se encuentre donde se encuentre.

El verdadero templo de Dios no es otro que Jesús.
Y con Jesús, todo hombre.

Será David quien termine entrando en el proyecto de Dios.
Será Dios quien le construya una casa, una familia.

“Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: “Ve y dile a mi siervo David: “Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra…

Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.”

Será María quien enseñe el camino para serlo.

  • La aceptación de esa invitación a la colaboración con Dios.  

    • “La Palabra de Dios se hizo carne en María”.

Y la Palabra de Dios sigue encarnándose en todo
el que la escucha y la acoge en su corazón, como hizo María.

Ojala, estas Navidades le abramos nuestro corazón,
y lo acojamos de verdad.
Que no se nos pueda aplicar el dicho de san Juan:

“Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

Pidamos el querer decir como María:

“Sí, quiero ser lo que Tú quieres, haciendo lo que Tú espera”.

Para María no hay “peros”.
Para María hay gracia y libertad.
Proyecto de Dios y voluntad libre para acogerlo.

Nunca, con tan pocas palabras:

hágase en mí según tu palabra”

Se dijo tanto.

María es la mujer de alma grande,
que sabe del amor de Dios y se fía de Él,
que pone su vida en sus manos, y
toda su persona al servicio de la salvación de los demás.