Del evangelio de san Lucas 9,33

Pedro dijo:
“Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas; una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”

Oración

Pedro tenía razón cuando quiere quedarse en el Tabor.
La aspiración máxima del hombre es ver a Dios,
vivir la paz más profunda que anhela el corazón.

 

Jesús había descorrido el velo de su carne
y se dejaba ver como el Hijo de Dios.
Pedro cree haber llegado al final del camino,
sobre todo si piensa en lo que abajo les puede suceder
según lo dicho por Jesús:

“Hay que ir a Jerusalén donde el Hijo del hombre
sea entregado en manos de los hombres y le condenarán a muerte…”

 

No sabía Pedro que mientras caminamos en este mundo
la gloria de Dios se nos revela en la Cruz del Señor,
entregando su vida al Padre
y al Espíritu Santo a nosotros.

Es en la Cruz donde el cielo se nos abre
y Dios  se deja ver
en el amor sin límites del Hijo;
es ahí donde el Espíritu Santo se derrama definitivamente;
es el momento donde el hombre es entrañado en la vida eterna.

En la Cruz se consuma
el tiempo de la Ley y los Profetas.
En el Calvario se encuentra el monte Sinaí,
donde Moisés hablara con Dios,
y la montaña de Horeb,
donde Elías percibiera su presencia.

Pedro tenía razón en querer quedarse
pero se equivocaba de monte.
El Tabor es un lugar de descanso en medio del camino.
Un oasis hasta llegar al final de la travesía pascual,
momento de alcanzar el monte del Señor,
donde nos espera la mesa preparada
de las bodas eternas.

Señor, mientras caminamos
recrece nuestro deseo de ti;
que en nuestros cansancios te percibamos cercano;
fortalece nuestro caminar vacilante
hasta alcanzar el final nuestra propia travesía pascual.