Del evangelio de san Marcos 9, 30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: « ¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
RESPUESTA A LA PALABRA
Contraste brutal entre las palabras de Jesús,
que expresan la realidad de su vida y su misión, y
la de sus discípulos que no saben
ni quieren saber en realidad lo que les está diciendo Jesús.
No podemos desligar este pasaje del de la confesión
de Pedro en Cesarea
en el que Jesús termina diciéndole a Pedro,
después de que éste tratara de apartarlo de su camino:
¡Quítate de mi vista, Satanás!
¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!.
Jesús sabe a donde va y los discípulos también
aunque se resisten porque no es lo que quieren.
Ellos se han instalado en esa mentalidad
en la que el poder cuenta de manera especial,
y que se verá cuestionada por quien lo rechace
como forma de vida para conseguir sus propósitos.
Mientras que Él predice la muerte ellos
están pensando en el triunfo.
Marcos dibuja de modo magistral los sentimientos
que en esos momentos están viviendo todos.
El reproche de Jesús a sus discípulos
está transido por la pena y la decepción ,
el silencio de ellos revela la culpabilidad
de sus planteamientos personales y de grupo.
Hablan de quien es el más importante,
si Pedro, si los hermanos Juan y Santiago,
si Judas, o cualquiera de los otros.
Hablan de cómo repartirse las prebendas
que de su seguimiento se puedan derivar.
Otra vez, el eco de las palabras de Jesús,
debieron resonar en sus oídos:
“Vosotros pensáis como los hombres, no como Dios”.
Sin saberlo ellos mismos,
ante la denuncia sin palabras de Jesús,
están confesando su mezquindad,
se han expuesto ante el Justo como son y
han dejado que de su corazón salga
lo sembrado en ellos por la raíz amarga del pecado.
Santiago, después, cuando tenga que enseñar
a los cristianos de su comunidad,
tendrá presente este contraste y les escribirá:
“Hermanos: Donde hay envidias y rivalidades,
hay desorden y toda clase de males.
La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y,
además, es amante de la paz,
comprensiva, dócil,
llena de misericordia y buenas obras,
constante, sincera.
Los que procuran la paz están sembrando la paz, y
su fruto es la justicia.
¿De dónde proceden las guerras y
las contiendas entre vosotros?
¿No es de vuestras pasiones,
que luchan en vuestros miembros?”
Jesús, de nuevo se vuelve a sentar y
con la paciencia propia del amor ilimitado de Dios,
retoma su enseñanza.
Quien no se considere el último,
no puede ser parte del reino.
Los últimos estarán siempre al servicio de todos.
Es necesario superar las ambiciones propias de los adultos,
recuperar la infancia inocente que roza con Dios,
que devuelve la frescura del amor
y no ha sido infeccionada por el deseo de poder.
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