De la carta a los Filipenses 3, 8-14
Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.
RESPUESTA A LA PALABRA
Nos ayuda san Pablo en nuestra reflexión en torno al Día del Seminario.
En su carta a los Filipenses nos sugiere desde su propia experiencia
el camino de todo cristiano y
el valor que tiene la vocación o llamada a participar
en la vida y en la misión del Señor.
No es el sacerdocio un oficio o un modo de vivir.
Algo que yo elijo como proyecto de vida por muy altruista que lo considere.
La vocación es el resultado de una amistad
que desemboca en un amor que va más allá
de la propia realización buscada.
No es nada fácil hablar hoy día del sacerdocio ministerial,
pues lo primero que ponemos por delante
es la misión y el para qué de la misma.
Sin embargo, aunque toda llamada conlleve una misión,
primeramente la llamada es para compartir un amor,
una vida única con el Aquel que llama.
Sólo desde esa experiencia tiene sentido la misión,
porque no será mi proyecto lo que lleve a los demás,
sino al mismo Señor que me ha llamado.
En san Pablo nos damos cuenta de esta realidad.
En un primer momento vivió su vocación como un proyecto personal.
Él había elegido, se había erigido en defensor de una idea religiosa.
Después cuando descubra a Jesús como el único Señor
todo lo considerará basura:
Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Para san Pablo está claro:
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte
El apóstol ha permitido que muera su voluntad,
para pode decir como Jesús:
No estoy aquí para hacer mi voluntad,
para llevar a cabo un proyecto humanitario,
estoy aquí para secundar la voluntad de aquel que me amó primero.
El cristiano, mientras no se deja seducir por el amor de su Señor,
buscará realizarse según su criterio.
Criterio que será bueno pero no será aquel que nace del designio de Dios.
Estamos ante la imagen de Jesús,
que vino y viene con una misión que no es suya.
Que viene con la encomienda de una misión,
que consiste en no hacer esto a aquello,
si no en amar sin medida la voluntad del Padre,
que pasa por la voluntad de los hombres y
queda ratificada en la cruz.
No es nada fácil asumir la vocación cristiana
como amor entregado,
como regalo de Dios para sí y para los demás.
Cuando la vocación se plantea como negación para…
erramos el planteamiento.
San Pablo nos dice muy bien como la entiende él:
Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús
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