Aquel día todo tendrá su sello
Cuando el hombre experimenta sus límites y descubre que su vida no tiene otra salida que “más de lo mismo”, si abre su corazón y mira la Historia de la salvación, percibe a Dios que viene y salva. En Jesús, Dios y hombre verdadero, se cumplen las expectativas de una humanidad perdida y deshumanizada.
El que vino, viene a cada uno de nosotros y nos dice: “Por favor, déjate amar; que tu corazón descanse del trasiego al que le tienes sometido”.
Sí, Señor, ven a mí; que tu amor ilumine mi caminar diario, que mis fuerzas las ponga al servicio del bien, que mi corazón despierte a la verdad y pueda contemplar, sin prejuicios, tu belleza en la inocencia y en la honradez.
Dice el profeta Isaías (4,2-6)
Aquel día, el vástago del Señor será joya y gloria, fruto del país, honor y ornamento para los supervivientes de Israel.
A los que queden en Sión, a los restantes en Jerusalén, los llamarán santos: los inscritos en Jerusalén entre los vivos.
Cuando lave el Señor la suciedad de las mujeres de Sión y friegue la sangre de dentro de Jerusalén, con el soplo del juicio, con el soplo ardiente, creará el Señor en el templo del monte Sión y en su asamblea una nube de día, un humo brillante, un fuego llameante de noche. Baldaquino y tabernáculo cubrirán su gloria: serán sombra en la canícula, refugio en el aguacero, cobijo en el chubasco
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