Del evangelio de san Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió:  «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Los textos de hoy nos adentran en el misterio
del hacer compartido de Dios y del hombre.

Su hacerse hombre le lleva a tomarnos
como compañeros de vida y de viaje.
Es verdad que no podemos llegarnos a Él
por nuestra cuenta,
pero ya se encarga Él de llamarnos y uncirnos
a su vida y a su ministerio.

Su amor es tal, que cuenta con nosotros
para que su designio de amor se cumpla.

Recordamos las palabras de Jesús:

“No me habéis elegido vosotros, he sido ya quien os he elegido y os he enviado para que vayáis y deis fruto y vuestro dure”.

San Pablo, cuando escriba a los efesios les dirá:

“Por pura iniciativa suya, Él nos ha elegido, Él nos ha destinado, nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad”.

A su vez, Marcos nos presenta a Jesús
apenas iniciada su misión,
llamando a un grupo de hombres
para que vivan con Él, asociarlos a su ministerio
y enviarlos con la autoridad que nace de lo Alto.

Conviene darse cuenta de que los llamados
no son gente iniciada y preparada para la misión.
No son personas con dotes especiales.

Jesús llama a unos hombres no exentos de fragilidades,
a los que tendrá que enseñar pacientemente
a amar a Dios con toda el alma, y
a todos los hombres como auténticos hermanos.

La razón de por qué Jesús busca la ayuda
de aquellos que sabe que son débiles y
le pueden fallar, no es otra que el amor.

El evangelio nos dirá después que no fue tarea fácil
llevarlos al olvido de sí mismos,
a anteponer el servicio a las apetencias personales,
a amar al Señor con su mismo amor y
encarar la misión encomendada
con la misma libertad que les fue conferida.

Jesús, conocedor del corazón humano,
apegado por naturaleza a los propios intereses,
les propone, desde el inicio de la misión,
vivir ese desprendimiento fundamental
que les haga disponibles y superen
la tentación de servir a dos señores.

Porque la elección tiene carácter absoluto,
la participación en su vida y
también en su destino, es total.

Jesús les advierte que el discípulo no será mayor que su Señor,
de modo que en ocasiones serán rechazados y perseguidos,
cosa que el día a día nos lo va demostrando.

También nosotros, que hemos sido llamados a compartir
la vida del Señor y asociados a su misión,
nos debemos preguntar si estamos dispuestos
a no anteponer nada a este don que nos hace,
y a vivir según nos propone.