Aterciopelada y quieta está la noche
los colores primaverales han madurado
en un verano anticipado.
Las enredaderas han crecido con rapidez y
tapizan el entorno de las ventanas.
La armonía que se respira en el jardín
se adentra en mi corazón
que disfruta del silencio y de la soledad
del lugarejo habitado por una paz transparente
que desciende de un cielo embriagado de azul. 

De la sierra llegan multitud de nubes blancas
para disfrute de quienes contemplamos
como gracia el devenir del tiempo.
Nubes que crecen y vuelan
en un viento sosegado,
que nadie podrá atrapar
para ponerlo a su servicio.
Pronto aparecerá la luna y
con ella multitud de puntas de diamante
hasta que Venus, el lucero de la mañana,
las envíe a dormir
en sus ilimitados cielos y
el sol nos envíe a nuestros
respectivos trabajos.
Antes de marcharme
corto una rama de almendro
para llevarme a casa un pedazo
pequeño de primavera.